02 junio 2015

La ecología que nos alcanza

¿Son capaces de fijar una fecha aproximada a partir de la cual el concepto de ecología y el comportamiento ecológico pasó a formar parte de nuestro panorama diario? Creo que es muy difícil fijar un momento, porque estas cosas van impregnando poco a poco nuestro día a día, apenas percibiéndolo, y sólo cuando nos paramos y miramos para atrás nos damos cuenta de que cambió nuestra actitud. Tampoco es que todos hayamos vivido ese cambio en igual momento o intensidad. No obstante, si me apuran, yo diría que fue al inicio de los noventa cuando la presencia del ecologismo fue cambiando nuestra manera de comportarnos.

Es bastante generalizador, pues me consta que hay a quienes todo el asunto les resulta tan ajeno que leyendo esto llegarían a pensar que estoy perturbado –y puede que sea cierto, pero no por esto–. De hecho, conozco a quienes a estas alturas no acaban de tomar conciencia de la importancia de nuestro comportamiento y si alguna vez se permiten depositar una lata de bebida en el cubo del reciclado casi marcan con una cruz el día en el calendario como si hubieran matado a uno de esos dragones que abundan a nuestro alrededor.

Poco a poco, una parte de la población ha ido tomando conciencia de que nuestro planeta no es una fuente inagotable de recursos, que alguna vez hay que limpiarlo y cuidarlo, y contribuyen a paliarlo en la medida de lo posible. Claro está que otra importante parte de nuestra población pasa de todo este asunto e ignora la existencia del cubo amarillo de la basura y por descontado que de todos esos otros lugares importantes con cuyo uso colaboramos: medicinas antiguas en la farmacia, contenedores de vidrio, de papel, de pilas usadas y el punto limpio donde hay que depositar lo que corresponde, aun a costa de sufrir ligeras incomodidades. Lamentablemente, en ocasiones tengo que llamar a nuestro eficaz ayuntamiento para comunicarle que tal o cual contenedor está rebosante de desechos hasta el punto de que no cabe ya ni un periódico, ni un casco de cerveza. Esto no significa que la idea del reciclado sea mala, lo malo es nuestro ayuntamiento, quienes lo dirigen.

Si salgo de mi casa, caminando cincuenta metros hacia la izquierda, encuentro una pareja de los contenedores habituales en la ciudad en la que vivo, cartón y vidrio. Si en vez de caminar hacia la izquierda lo hago hacia la derecha, tropiezo con otro par a la misma distancia. Increíblemente, hay quienes viviendo en mi propio edificio o enfrente, abandonan sus cajas de cartón en la misma acera sin acercarlas ni un paso hacia su lugar correcto. Bueno, dejan cartón, pero también colchones, sofás, sanitarios, maletas, televisores de tubo… lo que sea, ya lo he dicho antes y ya sabemos acerca del individualismo –quiero decir incivismo desvergonzado– de muchos de nuestros compatriotas.

Comprendo que estos asuntos no son tan elevados como la trascendencia del ser o la alineación de nuestro equipo para el próximo partido, pero procurando olvidarme de ciertas actitudes ajenas, he llegado a hacerme socio de Greenpeace (y emplazo a todos a hacer lo mismo) con una cuota mínima –como mi economía, porque es la única ONG que se dedica a lo verdaderamente irreemplazable: nuestro planeta. Hay científicos que auguran que al ritmo actual el planeta y la humanidad no llegarán al siglo XXII. Creo que no estaré para entonces, así que no pienso preocuparme en exceso.

Eso no quita que en ocasiones discuta con mi mujer acerca de su extremismo reciclador o que me choque un artículo como el que el otro día encontré en un diario de gran difusión donde se estudiaba qué era más ecológico, si limpiarnos con papel al terminar cierta tarea, emplear el agua en el bidé o una combinación de ambos medios. Creo que, de momento, eso sí que es pasarse una pizca. Sobre todo si somos estreñidos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A finales de los años 70 viví unos meses en Londres y pude comprobar que en aquella ciudad ya estaba extendida y practicada la idea y la obligación del reciclaje. El ayuntamiento londinense multaba a quien no cumpliera estrictamente ese deber. Claro que, por aquel entonces, si en España nos hablaban de reciclaje, preguntábamos “¿y eso qué es?

Por fin llegó a España de idea y se empezó a hablar de ecología, y hasta aparecieron contenedores de distintas formas y colores, pero era conocido por todos que los ayuntamientos responsables de reciclarlos no tenían medios y todo terminaba mezclado en los basureros “para todo”. Yo he llegado a ver a un mismo camión de la basura juntando en sus entrañas lo depositado en los distintos contenedores. Verlo te ponía cara de idiota, y te quitaba las ganas de seguir reciclando por una larga temporada.

Afortunadamente las cosas han cambiado y ya ahora podemos reciclar con responsabilidad, sabiendo que los distintos residuos serán tratados de modo diferente y empleados según criterios de buena ecología.

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu artículo pero me ha sorprendido la frase de "Creo que no estaré para entonces" refiriéndote al siglo XXII. Vamos a ver: faltan 85 u 86 años, según donde coloques el comienzo de siglo. Suponiendo que vivieses 100 años, ahora tendrías que tener 15 ó 16 para llegar a ese nuevo siglo.
Dada la solidez y profundidad de tus artículos te supongo mayor de esa edad. Así pues ese posibilista "creo" quizás debería transformarse en otro tiempo verbal. ¿Futuro?
De todas maneras si sigues escribiendo en el siglo XXII yo te seguirá leyendo.
Angel

Mulliner dijo...

Como decía una amiga experta en comunicación, una conversación es 70% tonal y gestual y el resto el lenguaje gramatical. Puedes imaginar que ando bien de aritmética y sé positivamente que no me queda mucho, además, no podría soportar la idea de durar hasta el XXII, eso de "creo" es pura sorna.
Gracias por el agrado con que parece que me lees y de verdad que eres la causa principal de mantener esto abierto. Ya puestos a pescar deslices... supongamos que yo fuera eterno como pretendía ser Asimov (y resultó que no)y estuviera escribiendo en el XXII, ¿quién te ha dicho que estarías allí para poder leerme? Parece que hay más de un aparente optimista...

Anónimo dijo...

Es que en mi testamento he dejado escrito que quiero un nicho con WIFI. Así que si escribes te leeré.
Un abrazo desde el más aquí (todavía).
Angel