25 mayo 2016

Cambalache

Allá por los años 30 del siglo pasado se hizo popular  ̶ todavía hoy se oye de vez en cuando ̶  un tango bautizado como Cambalache, donde el autor se lamentaba de la maldad reinante en la sociedad de ese siglo, del que entonces apenas había transcurrido un tercio. Y le faltaba presenciar esa infamia que fue la Guerra Civil Española seguida de la 2ª Guerra Mundial y tantos otros desastres. Sin embargo el autor ignoraba que el siglo XX iba a vivir más adelante, tras esa guerra, los que quizás hayan sido los años más esperanzadores en la historia europea.

Fue la época en que todos íbamos a más porque así lo demandaba la sociedad y las conquistas sociales eran incuestionables, aunque en la España de la dictadura llegáramos tarde a ese bienestar y a las libertades que ya disfrutaban en otros países. No hemos sido nunca un país con buena suerte, siempre llegamos tarde y mal a los avances y ésta vez no fue una excepción. Aun así, enloquecimos de placer y todos nos lanzamos a comprar y a consumir como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente. Todos queríamos nuestra vivienda en propiedad, algo que en países más ricos no tenían, y por descontado queríamos todo lo que el bienestar podía proporcionar; nos entrampamos hasta las cejas y hasta cierto punto era lógico, dejábamos atrás siglos de privaciones, porque los españoles no vivimos con un mínimo acomodo ni siquiera en tiempos del imperio, más bien lo contrario, porque el dinero que venía de América se gastaba en guerras de religión; a nuestros reyes nunca les hemos importado demasiado y les preocupaba mucho más que los holandeses fueran a misa. El caso es que aunque bastantes quedaron fuera de aquella época de bienestar, fueron muchos los que se lanzaron a la compra del piso, del coche último modelo y en bastantes casos hasta del apartamento o la casita en la playa.

Ha durado poco la ensoñación y hace años que ya no vamos a más, poco a poco se instaura un régimen casi feudal y el objetivo es que los ricos lo sean cada vez más, los demás vayan volviéndose cada vez menos afortunados y la inseguridad sea la característica dominante en sus vidas. No tengo ganas de buscar la fecha exacta, pero hace ya años que en este mismo blog publiqué una entrada en la que sostenía que, a mi juicio, el nombre de crisis aplicado a lo que estábamos viviendo no era lo más apropiado y que yo lo presentía más como un cambio de régimen, la involución hacia un sistema feudal actualizado donde los ricos serán cada día muchísimo más ricos y los demás irán hundiéndose en un empobrecimiento del que no saldrán.

No me he equivocado mucho y los frutos están a la vista; el paro alcanza cifras inimaginables y  ̶ por más que el señor Rajoy esté orgulloso de sus logros ̶  seguimos estando a la cabeza de Europa en lo que a desempleo se refiere. A poco que miremos, veremos que la cosa es aún peor, que el paro juvenil supera el 50% y que en capitales de Andalucía alcanza hasta el 70%. Un futuro prometedor e ilusionante.

Yo miro alrededor y la verdad es que me deprime comprobar que las esperanzas de remontar son escasas, porque Europa está mejor que nosotros, pero no mucho mejor y estoy convencido de que tras el entusiasmo por la venida de refugiados e inmigrantes de todos los pelajes, subyace el interés de quienes nos gobiernan de tirar abajo salarios y que tengamos que competir con esos venidos de fuera por ganar lo que nos dé apenas para comer y poco más. Ya hace tiempo que han florecido los contratos no ya temporales, sino por horas. Es normal contratar a alguien por unas horas y si tiene trabajo para más días debe firmar un nuevo contrato para cada jornada, los empresarios no están dispuestos a que nadie se les quede enganchado en esa maldición  ̶ para ellos ̶  que recibe el nombre de contrato indefinido. Y esos contratos por días u horas ofrecen salarios que hace 10 años habría despreciado el más desesperado; a la mala situación no es ajeno que las máquinas que iban a quitarnos trabajo nos han quitado EL trabajo.

Excepto los inamovibles siete millones de votantes de cierto partido, todos éramos conscientes de que la situación es horrible y con escasos visos de mejorar, pero hasta ahora quienes mandan disimulaban insistiendo en que cada día había más trabajo y que la olla con monedas de oro estaba ya casi al alcance de nuestras manos.

Pero a los poderosos no les parecía bien que la gente tuviera esperanzas y por eso, uno de sus principales representantes, ese presidente de la CEOE de aspecto prepotente y nombre Juan Rosell, ha querido dejarlo claro, quizás para divertirse observando la agonía del populacho. Estoy hablando del Rosell consejero de Gas Natural ̶ como hasta hace poco lo fue el desvergonzado Felipe González ̶  al que han subido su salario un 64% el pasado febrero. Ha dicho que «el trabajo fijo y seguro es cosa del siglo XIX», así, a las claras, para que no perdamos el tiempo soñando con lo que no vamos a tener. Y que no olvidemos que no somos iguales en derechos, que vivimos en realidades diferentes.

Creo que hace treinta o más años este rufián habría ido a la cárcel por terrorismo social, pero como ahora los que mandan están envalentonados y disfrutan quitándose las caretas que a duras penas mantuvieron durante años, ese personaje permanece impune y seguro de que él pertenecerá a los nuevos señores feudales. De un plumazo ha hecho como que el siglo XX no ha existido y ha saltado del siglo XIX al XXI, no por ignorante  ̶ que lo es ̶ , sino porque en su fervor y sensación de poder sabe que hasta puede cargarse un siglo sin que le pase nada ni le digan nada. No tendremos la suerte de que pronto vaya a acompañar a su antecesor en el cargo, ese que está entre rejas.

El tango que cité al principio afirmaba que «el siglo XX es un derroche de maldad insolente», ¿y qué les parece el siglo XXI?

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