09 mayo 2016

Paraísos fiscales

Aunque hace años que la expresión del título ya nos era familiar, hay que admitir que llevamos una temporada en que nos levantamos y nos acostamos con ella, así nos bombardean desde la televisión y prensa, dándonos cada día un nuevo nombre que añadir a los canallas anteriores gracias a a los cuales los impuestos en España no son ni de lejos lo que debieran y son soportados en su mayor parte por los asalariados, que somos perseguidos por Hacienda si se nos olvida decir que ganamos 43 euros con la venta de una bicicleta vieja. Ya sabe aquello recientemente enunciado de que Hacienda somos todos, según y cómo.

A fin de cuentas, ¿qué es un paraíso fiscal?

Pues para empezar es la expresión de la ignorancia de un traductor indocumentado. Resulta que en inglés, que es como se inventó la expresión, la cosa se dice haven tax, que literalmente significa lo que es, un «refugio fiscal», pero llegó ese torpe al que me refería y confundió haven (refugio) con heaven (cielo, paraíso) y de ahí vino la actual denominación española, otro fruto más de una torpeza periodística o del listillo de turno.

Lo llamemos como lo llamemos, se trata de un país o territorio donde escasean los ingresos obtenidos más o menos honradamente, pero para compensar, abundan los que están dispuestos a sacar provecho de lo que sea, sin muchos escrúpulos absurdos que no llevan ninguna parte. Entonces, con la aquiescencia y complacencia de los países donde se mueve la pasta, deciden legislar una serie de beneficios fiscales que vuelve atractivo el lugar para los sinvergüenzas, porque resulta que el dinero depositado allí casi no tributa y lo mismo las empresas que tienen allí su domicilio fiscal. Al mismo tiempo y debido a sus delicados sentimientos y pudor social, se encubre hasta donde sea posible el nombre real de los propietarios o titulares de esos bienes. El resultado es que esos tímidos acaudalados corren con sus bienes para depositarlos en esos refugios paradisíacos y quedan listos para padecer a continuación una grave amnesia que les impide recordar lo que han hecho, permitiéndoles declarar con toda la sinceridad del mundo que ellos no tienen nada que ver con toda esa golfería; estamos refiriéndonos a especímenes que pueden ser desde pertenecientes a la familia real a protagonistas de un serial  televisivo de éxito; desde cantantes a deportistas de fama; todos juegan al bonito juego del fraude fiscal.

Hay decenas de estos paraísos, pero los españoles tienen sus preferencias que según creo son Delaware (USA) –donde el Banco de Santander y más de 400 compañías españolas se complacen en acomodarse–, Luxemburgo, Irlanda (aunque estos países insisten en que no son lo que son), Andorra, Suiza, Gibraltar, Jersey, Islas Vírgenes, Isla de Man, Islas Caimán, Bahamas, Panamá, etc. Como datos ilustrativos, solamente en Delaware hay más de 200.000 empresas radicadas (y ese estado tiene como superficie menos de un tercio de la provincia de Cáceres) y Gibraltar supera las 80.000 empresas pese a que cuenta con menos de 29.000 habitantes y su superficie habitable es de chiste. Gente emprendedora, de casta les viene.

Miremos por ejemplo Panamá, ¿cómo es que ha llegado a esta situación? Pues resulta que ese país es fruto de una historia convulsa sobrevolada por Inglaterra y sobre todo por los EE.UU., que de siempre estuvieron interesados en su independencia de Colombia (1903) porque eso facilitaba su intervención. Su riqueza estaba constituida casi en su totalidad por el Canal, que hasta el 31 de diciembre de 1999 fue propiedad de EE.UU., así que se encontraba en condiciones inmejorables para buscarse la vida transformándose en paraíso fiscal o centro financiero internacional, que es como les gusta a piratas como estos titularse. Y lo de pirata viene bien teniendo en cuenta que Panamá posee teóricamente una de las mayores flotas del mundo, si atendemos a quienes por conveniencia abanderan allí sus barcos.

Cuesta creer que un estado de EE.UU. (Delaware) o países miembros de la UE (Irlanda, Luxemburgo) sean territorios que se dedican a hacer trampas a quienes teóricamente son sus aliados o colegas en alguna entidad supranacional, pretendidamente compuesta por socios que actúan entre ellos con un mínimo fair play. Bueno, creo que no hace falta ser linces para darse cuenta de que, de una parte, hablamos de países o territorios que están protegidos por alguna poderosa nación y además, ¿hay que añadir que los que pueden evitar su existencia están directamente interesados en que sigan con su labor asistencial?

Pues nada, sigamos atendiendo las noticias para ir descubriendo que los únicos pardillos que no tenemos dinero en un paraíso somos los que no tenemos dinero en ninguna parte o los que todavía no se han enterado de qué va la cosa. Sin olvidar nunca que los mayores sinvergüenzas no son estos paraísos o refugios, sino quienes deberían eliminarlos y no lo hacen y quienes llevan allí su dinero estafando a sus conciudadanos.

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