07 marzo 2015

Corazón dividido

God save Madrid
Supongo que todo el mundo entiende situaciones como la que el título de esta entrada sugiere. Hay ocasiones en que uno no sabe qué partido tomar, si decantarse por la hija, tan mona, o el varoncito, tan ambicioso. No sabe uno si preferir a Adolf Hitler, tan genocida él, o a Harry S. Truman, el hombre a quien no le tembló el pulso al ordenar el lanzamiento de las dos bombas atómicas. Uno no tiene muy claro si es mejor Irán o Irak, más aún teniendo en cuenta que se escriben tan parecidos…

Bueno, algo así me ha producido escalofríos al saber de la elección por el dedazo de Rajoy de Cristina Cifuentes como candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid y de la tan profesional Esperanza Aguirre (a) o terror dos policiais como candidata a la alcaldía de la capital. Es llamativo que la primera de ellas casi entregara su alma a dios cuando conducía una motocicleta y que la segunda tratara de entregar a dios el alma de algunos policías –incluso motorizados– en una de sus más sonadas aventuras. Esta mujer es una especie de Sandokán con calcetines.

No es demasiado lo que se sabe de Cifuentes, salvo que es la pesadilla y ruina de los que se manifiestan en demanda de alguna reivindicación –no digo si justa o no, para no ser parcial– y que es una vieja guardia en las filas de la derecha –perdón, centro-derecha–, pues ya militaba en este partido cuando pretendían ser popular, pero se conformaban con ser sólo una alianza: Alianza Popular.

De Esperanza Aguirre sabemos más, mucho más, no en vano ha ido ocupando puestos de relevancia desde que oímos hablar de ella por primera vez. Alcanzó la fama cuando ocupó la cartera del ministerio de cultura y se le atribuye aquella metedura de pata de confundir al escritor Saramago con la bailaora Sara Baras. No lo presencié, así que no puedo dar fe de ello.

De todas maneras, sí es verdad que nos tenía engañados a casi todos, que la veíamos como una boba sin malicia y sin más trascendencia. Nos equivocamos; sí tiene malicia, y eso empezamos a comprobarlo cuando ocupó la presidencia del Senado, ahí ya comenzó a dar muestra de su capacidad para arrasar y pasar por encima de quien fuera.

Un episodio que ni siquiera se puede calificar de rocambolesco, pues se trató simplemente de un vistoso alarde de corrupción, dio con ella en la presidencia de la Comunidad de Madrid y ahí fue cuando floreció en todo su esplendor como una especie de Margaret Thatcher castiza, un personaje al que ella dice admirar. Pena que no dispusiera de unas Malvinas para exhibir poderío como hizo su ídolo.

Le faltaba la alcaldía de Madrid –sigue los pasos de su detestado Gallardón– y el presidente que tanto precisa de un logopeda le ha dado la oportunidad, porque todos sabemos que, pese a los denuestos y murmuraciones acerca de muchos asuntos turbios como lo de las elecciones de las que hablo más arriba, el affaire de la estación del AVE en Guadalajara o sus correrías desde la Gran Vía a su domicilio perseguida por la policía, tiene más posibilidades que otros competidores de su partido de conseguir el puestecillo, cuesta creerlo, pero hay gente a la que le gusta ese comportamiento tan desenfadado y chulesco que la caracteriza.

Decía yo que tengo el corazón partío y de verdad que es así, porque al espanto de que el PP conserve su poder en la Comunidad y alcaldía de Madrid se une que no sé a quién desearle más que se estrelle: si a la pretendidamente progre Cifuentes o a la liberal Aguirre, la auténtica, única y verdadera cólera de dios. Pero por encima de todo, me dan arrebatos de alegría al ver que el bueno de Rajoy nos ha quitado de en medio esa gloria ratonil llamada Ignacio González.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Te has olvidado a Pablo Carbonell como uno de los impulsores de tu Esperanza. En aquel programa quedaba de lo más patosa pero hubo gente que le cogió cariño.
Dos observaciones:
1. No has mencionado la categoría de Grande de España de Doña Esperanza.
2. Creo que el dios de los del PP se escribe con mayúsculas.
Me encantan tus dudas pero creo que ha elegido a Cristina.
Angel

Mulliner dijo...

Ha coincidido que te encuentras en tierras de herejes y que yo tengo un día bastante espeso, así que no tengo ni idea de la relación entre Pablo Carbonell y Aguirre, ya me contarás cuando nos veamos.
No he mencionado su grandeza de España ni su título de condesa porque aquí los aristócratas (y reyes) son de todo menos aristócratas (y reyes), salvo para explotar a otros.
Y no me dices nada de lo bonita que es la canción.

Anónimo dijo...

Pablo Carbonell fue uno de los reporteros del programa "Caiga quien caiga" por lo menos durante la época del Gran Wyoming y Carbonell tenía como "estrella" a Doña Esperanza que generalmente quedaba en ridículo (con Carbonell de entrevistador no es difícil) pero siempre acababa bien. Yo creo que ha hecho más que nadie Carbonell para lanzarla a la fama.
Angel
PD
En esta tierra el hereje soy yo, que los demás son muy ortodoxos aunque un tanto sincréticos.

Alfonso GLD dijo...

El corazón se puede tener dividido entre dos amores, pero no parece apropiado dividirlo entre dos odios. Se me hace difícil pensar en un "corazón partío" entre Hitler y Truman.

Lo mismo me sucede entre Aguirre y Cifuentes: no quisiera a ninguna de las dos...

Mulliner dijo...

Yo no odio a ninguno de los dos, porque está feo y además ambos son historia. Estoy seguro de que cada uno tenía su lado bueno (supongo) aunque fuera chiquitito y seguro que a sus respectivas mamás les parecían dos monerías.