27 marzo 2015

Gobernar en España

Hace tiempo que pienso que, como no me gusta ningún tipo de rodillo en los parlamentos, mi deseo es que ningún partido obtenga la mayoría absoluta, sea el PP, PSOE o Podemos, hasta el punto de condicionar mi voto y hacerme el propósito de no votar al partido que deseo si las previsiones son que conseguirá esa mayoría que permite en la práctica gobernar como si de una dictadura parlamentaria se tratase, mediante leyes no consesuadas con los demás. Actualmente se gobierna con un respaldo del 30,27% de los votantes del censo. Sin escuchar a nadie más, ¿es eso democracia?

De vital importancia, tenemos la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, también conocida como ley Wert, se ha redactado al dictado de un fascista puro cuyo mérito más reciente es haber sido tertuliano en la televisión. Ha sido inútil la protesta de numerosos docentes y estudiantes demostrando documentalmente que la ley es un disparate que perjudica a los estudiantes presentes y futuros y por supuesto a las familias que tienen que financiar sus estudios. Piensa el PP que si se tiene mayoría absoluta, se ejerce.

Tenemos otra ley que acarreará consecuencias fatales a la ciudadanía, la llamada Ley de Seguridad Ciudadana, que junto con las reformas del Código Penal introduce una inseguridad manifiesta en el ejercicio de los derechos ciudadanos y, como muestra, resulta que se pagarán multa de hasta 30.000 euros por concentrarse frente a un parlamento autonómico, hasta 600.000 euros por convocar una marcha a una central nuclear sin comunicación previa y hasta 600 por falta de consideración o respeto hacia un agente de las fuerzas de seguridad. Me gustaría saber en qué puede consistir una falta de respeto cuando hay tres o cuatro agentes golpeando a alguien en el suelo, posiblemente sin haber hecho nada más que pasar por allí, como sucedió en el metro de Atocha hace un año. La inseguridad jurídica queda consagrada.

Casi distante en el tiempo y sufriendo todavía sus consecuencias (y lo que nos queda), está la Ley de Reforma Laboral de 2012, que ha instaurado la precariedad en el empleo y la reducción de normativas de protección al trabajador.

Ocuparía mucho espacio tratar de las numerosas modificaciones o pequeñas leyes que dejan más o menos indiferente a la ciudadanía, pero que sufriremos cada uno cuando llegue la ocasión de sufrirlas, como es la privatización de los Registros Civiles, la nueva Ley de Costas y tantas más que aparentemente sólo persiguen el beneficio de los cercanos al poder (no olvidemos que Rajoy es Registrador de la Propiedad). Por no hablar de la ley del aborto que el finado Gallardón estuvo a punto de imponer.

Decía al principio que aborrezco las mayorías absolutas, pero la primera ocasión en que el multipartidismo se manifiesta en todo su esplendor, léase elecciones andaluzas, sale a flote la imposibilidad de que entre españoles haya lugar para un acuerdo por el beneficio común. La extorsión pasa a ser la herramienta política por excelencia.

Está claro que con sus 47 escaños en el parlamento andaluz, 8 menos que la mayoría absoluta, el PSOE tiene que negociar con otras fuerzas la investidura de su candidata, para que no voten en contra, y ahí llega la oportunidad de cada partido para utilizar sus escaños como si hubiera ganado las elecciones (acordémonos de CiU y sus ventajistas pactos de gobierno con PSOE y PP). El PP pone como condición que el PSOE admita que en próximas elecciones municipales o autonómicas –no acabo de entender si se refieren a toda España o sólo a Andalucía– se admita automáticamente como ganador al candidato de la lista más votada, es decir, que si el PSOE hubiera conseguido 33 escaños y el PP (u otro cualquiera) 32, a este segundo partido se le impediría algo tan democrático como la formación de coaliciones tras los comicios. El PP tiene todavía clavada la espina de las anteriores elecciones andaluzas y quiere cobrárselo en sangre y su candidato declara que "no se da el clima para apoyar a Díaz". Qué feo está no saber perder.

El partido Podemos, que se hacía la ilusión de ganar por mayoría absoluta y cuyo dirigente Errejón aún afirmaba a media tarde del día de las elecciones que esperaba obtener al menos 20 ó 22 escaños, decide, escocido por la realidad de sus exiguos 15 escaños, comportarse como ganadores y exigir la dimisión "inmediata" de los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán, que no se ejecuten desahucios sin alternativa y que se reduzca el número de altos cargos y asesores. No tienen fuerza para tanto exigir, pero hay que sacar pecho.

Todo eso está muy bien y casi cualquiera lo suscribiría, si no fuera porque la exigencia suena casi a la imposición de su programa de gobierno, olvidando su número real de escaños y que, guste o no guste, Griñán y Chaves no han sido imputados más que como investigados y que cuando el Tribunal Supremo decida será el momento de exigir rotundamente esa dimisión. No se entiende esa pulcritud con estos dos ex-presidentes y, mientras, todo el mundo mirando hacia otro lado con el actual presidente del gobierno que lo es también de un partido del que ha quedado acreditado judicialmente que ha tenido una contabilidad B durante 18 años. Por mucho menos que eso se vio obligado a dimitir Nixon, aunque ya conocemos a este impávido presidente y su lejanía del mundo real.

Ya en la cola, Ciudadanos con sus 9 escaños, cuando aún no se les ha pasado la resaca de este mínimo triunfo, se apunta a esa exigencia de dimisión con la vista puesta en su electorado y en las próximas municipales y autonómicas, le importan un bledo las consecuencias inmediatas en Andalucía. Ellos mismos no se pueden creer que les haya tocado la lotería de poder poner palos en la rueda a los demás.

Finalmente, IU con 5 escaños se desgañita gritando que ellos van a votar en contra, pero nadie les presta atención.

Como resultado de tanta animosidad y prepotencia puede ser que no haya investidura y se tengan que convocar nuevas elecciones, imposible antes de septiembre, manteniéndose mientras la actual presidente en funciones y por descontado que sin poder llevar a cabo ninguna acción activa de gobierno, aunque en mi opinión, debería actuar con rotundidad contra esa red de clientelismo que también parece acreditada y eso sí es muy grave, aunque sea una realidad común en casi toda España. No vale lo de y tú más.

Decía yo –y me reitero– que estaba en contra de cualquier mayoría absoluta, pero de verdad que no sé si es peor el remedio que la enfermedad. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cualquier buen negociador sabe que en los primeros escarceos se está obligado a mantener posiciones de máximos. Tiempo habrá para que los partidos andaluces rebajen sus exigencias políticas.

Por otro lado, parece que dudas respecto a la conveniencia o inconveniencia de las mayorías andaluzas. Yo no tengo la menor duda de que no son buenas. Lo que sucede es que sin ellas se está obligado a pactar y esos pactos pueden defraudar. Pero así funciona la democracia parlamentaria, el menos malo de los sitemas políticos.
Luis G.

Mulliner dijo...

Lamento si no me he explicado bien. Me gustaría cierta generosidad a la hora de negociar con los rivales políticos en un proceso de investidura, que CiU llegara en su día a imponer leyes para toda España es un disparate, pero me reitero en mi rechazo a las mayorías absolutas.

Mulliner dijo...

Empiezo y termino esta entrada afirmando que no me gustan las mayorías absolutas. Por otra parte coloco una frase sobre las mayorías como cabecera del blog, ¿qué parte resulta tan difícil de entender?