19 octubre 2012

¡Qué más da!



No llevo la cuenta de cuántas veces he oído o leído una frase que en cualquiera de sus variantes viene a decir “Si los demás me entienden, para qué voy a preocuparme de conocer la ortografía, la gramática o el propio vocabulario de mi idioma”, olvidando que también los simios se entienden unos a otros con unos pocos sonidos, porque no precisan transmitir ninguna idea. Iba a decir que el lenguaje ha caído en el más profundo de los desprecios, pero sé que no es eso, lo que ha caído en el más absoluto desinterés es el deseo de conocer, de manejar con soltura los rudimentos de nuestra gramática que, al menos en teoría, aprendimos en el colegio. Hoy en día lo que importa es saber manejar el iPhone o cualquier otro aparatito de moda y poquito más. Por descontado, hay que formar parte de eso que llaman “redes sociales”, donde abundan todo tipo de memeces cuyos autores son lógicamente un alarde de banalidad e ignorancia.

Ya he dicho en otra entrada que leí una vez, dicho por un estudioso de la materia,  que el lenguaje de los pastores –esos que ya casi no existen– no solía llegar a las mil palabras y que rara vez superaba las setecientas u ochocientas. ¿Cuál es hoy el bagaje de la mayoría de los jóvenes y de muchos que no lo son tanto? Yo diría que la cifra está por ahí o poco más, por eso son incapaces de comunicarse y su conversación está plagada de imágenes como eso de “mover ficha”, “pasar página”, “pistoletazo de salida”, "la prueba del algodón", "ponerse las pilas"… imágenes todas ellas difundidas por los medios de comunicación, que a su vez están repletos de supuestos profesionales que no saben ni hablar. De ahí que, por ejemplo, los adjetivos aplicables a TODO sean casi siempre complicado e importante. Si se habla del tiempo, se dice que los próximos días van a ser complicados y que las precipitaciones serán importantes. Si se trata del tráfico, se prevé que habrá retenciones importantes y que desplazarse será complicado. Si habla el corresponsal en cualquier país con conflicto bélico, ya se sabe que la situación es complicada y que ha habido enfrentamientos importantes. Si la noticia es acerca de la actualidad económica del país, afirmarán que es complicada¿sigo? Como diría cualquiera de esos asnos que tanto abundan: el hecho es que se entiende, ¿no?

Hagan la prueba de prestar atención a cualquier noticiario de televisión o a la charla de quienes le rodean y verá que han desaparecido adjetivos como pavoroso, terrible, grandioso, enorme, admirable, magnífico, copioso, conflictivo, violento, etc. etc. Cualquiera le dirá que salirse de aquel repertorio de dos o tres adjetivos es simplemente una muestra de pedantería.

Moléstense en mirar los comentarios que acompañan a las noticias en los diarios digitales: produce espanto la colección de disparates gramaticales o faltas de ortografía de la mayoría. Y atrévase a mandar un comentario señalando esas faltas, conseguirá que quienes discutían entre sí a través de esos comentarios se unan para insultarle por ocuparse de asuntos que no tienen la menor importancia, ¡habrase visto!

No hay nada que hacer, es batalla perdida. El sistema educativo español abandonó hace bastantes años la enseñanza del lenguaje y de casi todo– así que hoy son mayoría quienes ignoran lo que dicen y lo que escriben y para colmo se ufanan de ello. Y no puedo olvidarme de esos zoquetes que se piensan el colmo de la modernidad porque han sustituido la letra “q” y la “c” con sonido fuerte por la “k”, cuando no se empeñan en escribir donde sea y lo que sea como si de un SMS se tratara…

23 septiembre 2012

Nuestros políticos, nuestros ciudadanos



No es una moda, porque en realidad es una costumbre implantada entre los españoles desde tiempo inmemorial –aquello de ¡qué buen vasallo si hubiese buen señor! – salvando quizás momentos históricos excepcionales. Se trata de la descalificación de los políticos por el simple hecho de serlo; no se arremete contra tal o cual de ellos por su actuación, sino que la conducta de uno u otro produce el desprecio hacia la clase política en su totalidad y es una de esas valoraciones que si en un principio no era verdadera al cien por cien, su reiteración termina haciéndola cierta, porque verdaderamente hay que ser muy tonto –o heroico– para dedicarse a una actividad que supone entrar automáticamente en el estamento de los más despreciables y despreciados del país. Naturalmente, quienes más valen, suelen huir de la política como del fuego, porque no resulta muy atractivo entrar en un círculo al que acompaña el desprestigio y que en sí no supone enriquecimiento, salvo que uno posea escasos reparos a la corrupción y la prevaricación y tenga muy claro cómo enriquecerse, como Eduardo Zaplana. Hay excepciones, pero muy pocas, y éste es el método de selección natural que termina imponiéndose. 

Nadie se para a pensar que si los políticos son como son, es porque los ciudadanos somos como somos o, dicho de otra forma, la escasa afición de los españoles por los conceptos abstractos (honradez, justicia, rectitud) hace que cuando un político comete un delito no sea señalado de inmediato con reprobación por cada ciudadano, salvo que ese político milite en el bando contrario. De ahí la inmunidad de tantos presidentes de comunidad, de alcaldes, de cargos de relevancia. Lo malo no es que se corrompan, cualquier ser humano puede ser tentado, es cuestión de precio; lo terrible es que las leyes no actúen de inmediato contra los corruptos, y que la sociedad al completo no les señale sean del partido que sean, ni se les aplique un castigo ejemplar.

Observemos el actual gobierno del PP. El presidente, Mariano Rajoy, ese personaje de ojillos extraviados y pronunciación alienígena, pasará a la historia por ser el mayor mentiroso de cuantos en la historia de España han llegado a ocupar ese cargo, lo que resulta doblemente desvergonzado, pues ahora contamos con las videotecas que dejan testimonio imborrable de esa trayectoria de farsante. Leer el programa con el que se presentó a las elecciones y lo realizado en estos nueve meses de gobierno puede dañar la salud, mucho más que el tabaco. Para colmo, hace más de 30 años que es titular del Registro de la Propiedad de Santa Pola (Alicante), cargo supuestamente incompatible con su actividad política y que se calcula le ha proporcionado hasta la fecha unas ganancias superiores a los 20 millones de euros. Llamativo es aquello de las rayas rojas en sanidad y educación que nunca se traspasarían y que por el contrario ha mostrado especial entusiasmo en pisotear y ultratraspasar. Era aquel hombre que decía tener la solución a la crisis y lo increíble es que hubo muchos que le creyeron. Resulta que lo único que debe tener es el número de móvil de Angela Merkel.

Qué decir de sus ministros. La vicepresidenta, ministra de la Presidencia y portavoz del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, posee un currículum del que cabe destacar su afición a los puestos en la administración pública, algo muy común en políticos del PP, su empeño en buscar un buen trabajo a su marido –nada menos que en Telefónica, ese nidito de amor de los amigos del partido– y el posado para una cuantas fotos publicadas por El Mundo, vistiendo una especie de camisón, en lo que se supone que era una manifestación de sensualidad. Desempeña su trabajo con un fanatismo en el que no hay asomo de equilibrio y se ríe bobamente cuando le recuerdan las barbaridades que decía en sus tiempos de la oposición.

Tenemos a José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte. No tengo noticias sobre su actividad y conocimientos deportivos, pero su desconocimiento acerca de la Educación –en todas sus facetas– es llamativo y notorio, no posee modales y parece empeñado en acabar con colegios, universidades y manifestaciones culturales del tipo que sean. Su mayor éxito ha sido colocar a su esposa como tertuliana en TVE (antes lo era en Intereconomía), aprovechando la cantidad de despedidos por no ser afines. En cuanto a la Cultura, su propio papel como tertuliano en la televisión ya dejó al descubierto las grandísimas carencias de este personaje.

La lenguaraz ministra de Trabajo, Fátima Báñez, aparte de mostrar una ignorancia llamativa en todas sus intervenciones públicas y que lo más cerca que ha estado en toda su vida de trabajar ha sido como consejera de la radiotelevisión andaluza, ha llegado al extremo de encomendar a la vírgen del Rocío la salida de la crisis en la que estamos inmersos. No parece que los resultados animen a ir a la romería en agradecimiento…

Tenemos la suerte de contar con Ana Mato como ministra de Sanidad, cuyo apellido –un presente de indicativoya adelanta su intención hacia los españoles y el propósito de despojarnos a todos de la sanidad pública que tanto costó montar. Su ignorancia y frescura se hacen notorios en sus ruedas de prensa y ya antes de ocupar el cargo alcanzó cierta fama al afirmar, cuando su marido de entonces estaba envuelto en la trama Gürtel, que nunca se había dado cuenta de que en “su” garaje había un automóvil marca Jaguar, regalo precisamente de los cabecillas de esta trama. Javier Marías la califica de “pava”, pero yo preferiría no ofender a los animales domésticos y si hay que limitarse al reino animal llamarla como se merece, ese otro espécimen no doméstico que es el terror de las gallinas.

Podemos estar orgullosos de nuestro ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, director que fue para España de Lehman Brothers, ese banco con buena parte de la responsabilidad de la crisis mundial; un incompetente que en 2008 afirmaba que lo sucedido en EE.UU. no repercutiría en la economía española. Todo un profeta, a pesar de que estaba en un observatorio inmejorable. Bien es cierto que su aspecto de tosco rufián no impulsa a esperar grandes cosas de él.
En fin, la falta de espacio me impide extenderme sobre los méritos de Alberto Ruiz Gallardón, ministro de Justicia (?), ese beato integrista y trepa descarado; de Miguel Arias Cañete, ministro de Agricultura, cargo muy adecuado puesto que pertenece a una familia de terratenientes andaluces; José Manuel Soria, ministro de Industria, Energía y Turismo (un "vaina" según Javier Marías) al que no se le ocurre nada mejor para inducir a los españoles a practicar sólamente turismo nacional que decir que "en el extranjero hay mosquitos", etc., pero no quiero omitir un pequeño detalle sobre Dolores Cospedal, que aunque no ocupa cargo en el gobierno de la nación está presente permanentemente en los medios por ser la segunda cabeza visible del PP, presidente de Castilla-La Mancha y una de las mayores defensoras de los recortes, la austeridad y la desaparición del estado de mini-bienestar que disfrutábamos. En sus consejos de gobierno, y reuniones de cualquier tipo (poseo más fotos que la de arriba), se consume agua mineral Numen, un producto de lujo con un precio de 4,53€ la botella de litro, algo sin importancia para quien posee una mansión valorada en 2,3 millones de euros en Marbella. Un agua (www.aguanumen.com) que se promociona con párrafos como “se ha creado para satisfacer a las personas que valoran los pequeños placeres de la vida y disfrutan con la combinación del lujo y la salud” y que en su presentación en sociedad en diciembre pasado, obsequió a los numerosos vips invitados con viajes en globo entre otras cosas, supongo que por proporcionar la única experiencia vital que a algunos podía faltarle.

19 septiembre 2012

España son los otros

El que más y el que menos anda estos días comentando o discutiendo con amigos y conocidos acerca de  lo acontecido alrededor de la Diada y la manifestación multitudinaria de quienes aparentemente se pronuncian por la independencia de Cataluña. Digo aparentemente, porque si llegase la hora de la verdad y un referéndum sobre la cuestión, es seguro que muchos darían marcha atrás y se alejarían, silbando al descuido, de quienes insistieran en todo eso del independentismo.


Que me perdonen quienes a estas alturas se queman las neuronas y sus esfuerzos apostando por la secesión de cualquier rincón, sea de España o de otros países europeos, me parecen tan desfasados como quienes pierden su tiempo discutiendo sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, es decir, asuntos más que superados y que no van a aportar más conocimiento ni bienestar a los discutidores. Precisamente he tenido la oportunidad de leer estos días en diarios catalanes a quien se declaraba originario del Valle de Arán y pedía su independencia –la del valle“de quien fuera”. Por los mismos medios he sabido de los tarraconenses que se quejan del “centralismo” barcelonés por haber pensando en Barcelona World como nombre para ese futuro megaparque de ocio –para mí una quimera– despreciando así el hecho de que su ubicación será la provincia de Tarragona, ¿agravios como éste darían lugar a que Tarragona pidiera su independencia de Cataluña? Está claro, todos nos podemos quejar con razón por algo, pero la conclusión no es siempre la oportuna.

Que ciertos catalanes anden todavía quejándose de lo que sucedió en 1714 da una imagen no muy satisfactoria del intelecto de esos catalanes, a los que en su totalidad admiro en lo que es justo admirar, y me recuerdan a esos nacionales de países americanos empeñados en que España o Portugal pidan perdón por los atropellos cometidos allí hace siglos, ¿pero cómo se puede estar tan pasado de rosca y tan lejos de la realidad de hoy?, ¿le montamos una reclamación a Italia por lo de Numancia?

Tampoco hay base real para esa paranoia de que el resto de España detesta a Cataluña. Otra cosa es que ocasionalmente y por tópico se haga burla de sus habitantes por aquello de “la pela”, al igual que de los gallegos –por llorones–, de los vascos –por zoquetes–, de los andaluces –por vagos y graciosillos–, de los murcianos….Lo que sí molesta de algunos catalanes es ese empeño en considerarse diferentes, porque está claro que si uno se empeña en resaltar las diferencias con otros es siempre porque se considera superior...

Es bueno recordar, porque no es ningún secreto, que el dinero de toda España se invirtió fundamentalmente en aquellos polos que se consideraban idóneos para impulsar el avance del país entero, es decir, Barcelona y Bilbao, por este orden, algo que se vio reforzado incluso durante el franquismo. En el caso catalán me ronda por la cabeza un periodo del siglo XIX en el que se le concedió a Barcelona el monopolio del comercio textil con Cuba y otras colonias de la zona, lo que supuso un espaldarazo a su industria y la ruina de otros puntos del país donde se pretendía cimentar una industria similar como, por ejemplo, Béjar (Salamanca). Da igual, pues la cuestión es que si aquella provincia progresó industrialmente no fue porque vendiera su producción a EE.UU., Alemania o China, sino porque el resto del país éramos sus clientes casi obligados. ¿Cómo facturamos ahora todo ese favorecimiento que tan bien les vino a la hora de crear una industria próspera?, ¿a que entonces no decían eso de "Catalonia is not Spain"?

No descubro la pólvora si afirmo que un país para progresar y ser respetado debe tener unas dimensiones mínimas –salvo paraisos fiscalestanto territoriales como poblacionales, que apenas superamos en la actualidad, menos aún si se descontase Cataluña a la que seguiría sin duda el País Vasco. ¿Han visto qué poco problema supuso el rescate de Grecia o Portugal y qué diferencia con la manera como se aborda el de España?, ¿creen que una desmembración a la yugoslava aportaría mejora a cualquiera de las partes resultantes?

Estoy convencido, porque así he creído verlo en mis visitas a Cataluña, que no es el independentismo el oscuro objeto de deseo de los catalanes, sino la rabia por la situación en que nos encontramos y la facilidad con que esa rabia encuentra desahogo culpando a “otros” de los males propios. Yo mismo, que vivo en Madrid, pero que soy de otra región, estoy tan afectado por la situación político-económica actual que desearía pedir la independencia de quien fuera, pero, ¿de quién?, ¿a quién designo como pararrayos de mi cabreo?, ¿acaso no somos todos responsables por haber llegado o dejar que llegáramos a esta situación?, ¿a quienes beneficiaría una posible independencia, sino a los políticos que empujan hacia ella por su propio provecho?

Pienso en los lazos humanos, comerciales y de todo tipo que unen mucho más de lo que parece unas partes con otras y que son los que dan cohesión a cualquier país actual como un todo. Checoslovaquia tenía cuando se dividió en dos una historia común de sólo 74 años y cuando no hace mucho estuve en la República Checa, sus habitantes aún seguían perplejos porque la separación se hizo de espaldas a ellos, fue una decisión exclusiva de los políticos. 

Dejemos pues que algunos pueblecitos de por aquí jueguen a declararse “repúblicas independientes de Ikea”, si eso les entretiene y alivia las penalidades por las que estamos pasando y vamos a concentrarnos en salir adelante, eligiendo también a los políticos más adecuados para ello, pero recordando al tiempo que la solidaridad consiste en descubrir que el bien ajeno también supone a medio y largo plazo el propio bien. 

Y no olvidemos la posibilidad de que España pase a ser de una vez por todas un estado federal, dando así satisfacción a las ansias de algunos y justificación a la existencia del Senado, hoy de brazos cruzados. Acabemos así de una vez con la monserga de quienes piensan que una mayor autonomía es el bálsamo de Fierabrás.

*En la foto unos pintorescos manifestantes que no se sabe muy bien si hicieron la mili con el timbaler del Bruc o con Gunga Din.

14 septiembre 2012

¡Váyase en agosto!


Hay quien me asegura que el fenómeno que me preocupa se está atemperando en los últimos años, aunque yo desde luego no percibo esa variación y, en cualquier caso, más lo atribuiría a la actual situación económica que a otras causas, de manera que, si acaso, esa supuesta mejoría durará lo que dure esta ya larguísima crisis. Estoy hablando de esa peculiar costumbre española de paralizar el país durante todo el mes de agosto con motivo de las vacaciones generalizadas.

No sé cuándo se inició esta desbandada veraniega aunque al menos debe ser desde los años 60 del siglo pasado y seguramente se extendió con la popularización de las vacaciones fuera del domicilio habitual, que antiguamente sólo disfrutaban los bien situados económicamente. En los últimos años, se extendió incluso la costumbre de pedir un crédito para poder irse de vacaciones, porque suele suceder que todo el mundo se cree con derecho a todo, mientras que ni se les pasa por la cabeza que existen obligaciones y limitaciones.

A ver si sé explicarme: no es que me moleste que cualquiera disfrute de un descanso anual probablemente bien ganado, marchando a la playa o a otros lugares, lo que me parece disparatado es que ese éxodo se produzca de manera general en el mes de agosto, de forma que todo se paraliza –cierra hasta alguna fábrica de automóviles– y, lo que es peor, esa paralización se inicia ya en julio y se prolonga durante el comienzo de septiembre, hasta que quienes vuelven de su vacaciones se van aclimatando a la vuelta al trabajo. En total, casi dos meses de bajo rendimiento y de ellos un mes de paralización casi total. Parece que todo el mundo quiere hacer lo mismo al mismo tiempo y de ahí los terribles embotellamientos en las autopistas y la densidad de bañistas en las playas, que no permite a veces ni extender la toalla donde tenderse. Si a esto se le suma la gran cantidad de “puentes” que salpican todo el año, díganme cómo va a salir este país de la crisis y cómo va a ser competitivo frente a unos chinos –por ejemplo– que no abandonan sus establecimientos o su trabajo ni para ducharse.

Hay extranjeros que se sorprenden de que cantidad de establecimientos comerciales, fábricas y talleres, se permitan el lujo de cerrar totalmente paralizando sus ventas o su actividad, porque resulta inconcebible que alguien renuncie voluntariamente durante un mes a su actividad productiva o comercial. Tengo la experiencia personal de un grave accidente sufrido hace unos 25 años en el mes de agosto y, como no había ambulancia disponible, tuve que ser trasladado al hospital  –en donde se me ingresó directamente en la UCI– en la parte trasera de un Land Rover (sin asientos) de la policía municipal, dando tumbos dentro del propio coche y de un lado para otro de la ciudad, pues su conductor no conocía Madrid ni la ubicación del centro hospitalario, por increíble que parezca.

¿Tan difícil sería escalonar las vacaciones para que el parón del mes de agosto no fuera tan rotundo? Entiendo que nadie quiera ir a la playa en enero –porque se piensa que unas vacaciones no son tales si no hay playa–, pero nuestro clima permite disfrutar de tres o cuatro meses con una climatología favorable y, en todo caso, tampoco parece disparatado admitir que no todos podemos ir a la playa con buen tiempo casi asegurado todos los años.

Para compensar, el que se queda durante ese mes en su casa –yo vivo en Madrid– debe sufrir todos los inconvenientes de esa huída de los conciudadanos: si quiere comprar el periódico, tendrá que caminar mucho más de lo normal para encontrar un quiosco abierto y encontrará que su columnista favorito también deja de escribir en agosto, si precisa ir al médico no conseguirá cita o le recibirá un suplente porque el titular está de vacaciones, si pretende echar mano de su abogado o notario no se haga ilusiones, si tiene que realizar una gestión con la administración o en una gran empresa mejor que será que abandone, pues no habrá quién le atienda y si hay le mirará con odio por interrumpir su estado de relax. El mercado de la zona donde vivo tiene un buen número de sus puestos cerrados y los que quedan miran a sus clientes como si de zombis se trataran. Ferreterías, bares, ultramarinos, el “cerrado por vacaciones” se extiende como una plaga.

Lo peor es que quien no se marcha en agosto es mirado como si de un apestado se tratara –ellos mismos se sienten casi avergonzados– y los ayuntamientos de las grandes ciudades colaboran en este maltrato hacia los rebeldes, reservando para ese mes todas las obras que precisen del uso de los benditos martillos neumáticos. Sumemos a esto el escándalo que se monta en las fiestas populares (aquí lo popular es siempre a base de mucho ruido) y tendremos una imagen pálida de lo que es el mes de agosto en España.

31 agosto 2012

Políticos españoles


Hay una pregunta que constantemente nos hacemos unos a otros: ¿son los políticos españoles excepcionalmente corruptos? Yo siempre respondo lo mismo: el asunto no es que los políticos españoles sean especialmente corruptibles, sino que los españoles somos bastante corruptibles en general, no damos importancia real a ese delito y solemos premiarlo con nuestros votos llegando a otorgarles la mayoría absoluta en las elecciones. Esa correspondencia entre ciudadanos y políticos vale para cualquier país, porque los políticos no son más que personas extraídas de entre la población y por lo tanto, de una población con escasa conciencia cívica saldrán políticos como los nuestros. ¿Por qué Dinamarca es el país menos corrupto del mundo según Transparencia Internacional? Pues porque seguramente los daneses son escasamente corruptos, tienen principios, y desprecian profundamente al que cae en ese delito y además la corrupción tiene penas muy duras. Por el contrario, ¿por qué Guinea Ecuatorial es uno de los países donde la corrupción es más intensa, según la lista publicada por esa organización?, ¿hace falta que lo diga?, ¿tendrá algo que ver Teodoro Obiang Nguema –no olviden que se formó en España– y su hijo, conocido como Teodorín? (en la foto, Obiang es el que se encuentra en la foto inferior, a nuestra izquierda).

Hay una estadística que afirma que en España hay un bar por cada 460 habitantes. Parece excesivo, aunque eso no es nada comparado con los políticos per cápita que mantenemos, porque estos han resultado ser una especie mucho más peligrosa y costosa.

¿Cuántos españoles hay por cada político? Bueno, eso sería asunto muy difícil de contestar, pero hagan la cuenta. Tenemos un Senado –que hasta hoy, nadie ha conseguido averiguar para qué sirve– con 266 miembros y un Congreso que actualmente cuenta con 350 diputados. No está nada mal, pero ¿qué tal si sumamos los miembros de los parlamentos regionales?, porque cada uno tiene un buen número de miembros; Galicia tiene 75, Andalucía 109, Cataluña 135, Castilla-León 84, etc. hasta hacer un total de 1268 diputados autonómicos. Si a eso le sumamos el ingente número de asesores, directores generales, consejeros, delegados del gobierno y en fin, todas esas canonjías con las que quienes ganan las elecciones –sobre todo si es con mayoría absoluta– obsequian a familiares, amigos y allegados, podemos hacernos una idea del coste de esa inmensa muchedumbre que compone la clase política, muy lejos en todo caso de esos 450.000 que dice Jiménez Losantos. Por si acaso, avisaré que no estoy planteando la desaparición de los políticos o los partidos.

Dinamarca, con una primer ministro socialdemócrata, tiene un parlamento unicameral de 179 miembros. Parecen bastantes, teniendo en cuenta que la población del país es de alrededor de 5,5 millones, pero hay diferentes circunstancias, como que no existe esa cantidad enorme de puestecillos para otras tantas sanguijuelas que harán lo imposible por sacar buen provecho, rentabilizando adecuadamente el cargo. Por supuesto, y lo digo sinceramente, no creo que el cien por cien de nuestros políticos sean así, pero tristemente el porcentaje es muy elevado, porque aquí –como ya decía antes– no hay una moral civil y la moral religiosa consiste en ir al Rocío, rendir pleitesía al cristo de Medinaceli, acudir a las fiestas religiosas locales y otras actividades de ese rango. Bueno, en el caso de algún fanático con apellido compuesto recién sacado del horno, también en legislar desde su ministerio para dificultar o impedir la interrupción voluntaria del embarazo.

Siguiendo con Dinamarca, ellos podrían darse el lujo de tener casi un político por habitante si quisieran, pues la organización, laboriosidad y eficacia del país es muy alta, pero no les ha dado por ahí. Cuentan –de verdad– con una sanidad pública inmejorable, cuentan –de verdad– con una enseñanza pública magnífica y realmente gratuita, permitiéndose el lujo de gratificar a cada estudiante mayor de edad con un salario mensual que casi alcanza los 750 euros, una magnífica red de autopistas completamente gratuitas, ayuda para la vivienda, protección real a las personas dependientes, etc.

Para terminar y aunque EE.UU. no es hoy un país ejemplar en casi nada, no está de más recordar que tiene en la actualidad cerca de 310 millones de habitantes y posee un gobierno federal formado por dos cámaras: el Congreso tiene 435 miembros y el Senado 100, es decir, dos senadores por cada estado. Para hacernos una idea, California, que cuenta con casi 38 millones de habitante, cuenta con dos senadores. En España, la provincia de Soria, con 95.000 habitantes, tiene cuatro senadores. Agotados que estarán estos pobres…

27 agosto 2012

Español para españoles (20)

Si el bueno de don Fernando Lázaro Carreter tuviera a bien resucitar, veo más que probable que muriera de nuevo inmediatamente, por dos razones: La primera, al ver desesperanzado para qué poco ha servido el tremendo éxito de ventas de sus dos volúmenes de “El dardo en la palabra”. Da la sensación de que quienes los compraron no han llegado a leerlos o que, en todo caso, se lo han tomado tan en serio como si de una promesa de Rajoy se tratara. La otra razón para volver a la tumba sería darse cuenta de que, como en vez de mejorar hemos ido a peor, el trabajo que le esperaba lanzando sus dardos contra tanta memez e ignorancia gramatical era superior a sus fuerzas. Quien se atreve hoy en día a señalar un error gramatical, aun de la manera más educada posible, se expone a una agresión física.

Lamentablemente no ha resucitado y espero que seamos muchos –desde luego, no multitudes– los que lo recordamos y tratamos de sumarnos con nuestro mínimo aporte a aquella tarea de escaso rendimiento que acometió con tanto ímpetu.

Por ejemplo, en televisión se masacra cada día a nuestra lengua sin reparo alguno y eso que hablo de TVE, supuestamente la que posee profesionales más formados. En la inauguración de los juegos olímpicos tuvimos que aguantar a la erudita María Escario decir por dos veces “sufraguistas”, supongo que refiriéndose a aquellas mujeres que defendían el “sufraguio” femenino (me recordó a un profesor de psiquiatría de la universidad de Madrid, que se empeñaba en decir “cónyugues” en vez de “cónyuges”; claro que como era del Opus, a lo mejor tenía dispensa de sanjosemaría). La compañera de tareas en aquella inauguración olímpica no quiso quedarse atrás e hizo referencia a “LAS millones de personas que presenciaban el evento”. Como dijo Saramago: “todo el mundo me dice que el ejercicio físico mejoraría mi salud, pero ¿qué tal si quienes recomiendan ese ejercicio físico se ocuparan un poco de su mente?” (cito de memoria).

Anteayer, tuve que escuchar sin sufrir un desvanecimiento, cómo en el telediario de esa cadena se contaba que con motivo de un temporal de lluvia un muro había colapsado sobre una niña –provocándole la muerte– es decir, de acuerdo con la gramática española –que no la inglesa–, el muro cesó en su actividad sobre la niña. Asombroso, ¿no?

El ministro de Economía, señor Guindos (ese zorro que pusieron a cuidar de las gallinas, anteriormente fue director para España de Lehmann Brothers), no puede evitar que en cada diez palabras que pronuncia vaya incluido eso tan popular de lo que es, una moda tan extendida como estulta, pero que a muchos debe resultarles el colmo de la erudición. Hay hasta un chiste de Forges sobre este hábito del señor ministro. De todas formas, admito que resulta mucho más vistoso decir, por ejemplo, “aquí tienen lo que es un banco en quiebra” que “aquí tienen un banco en quiebra”.

Y para terminar, ese invento que nos llega de tierras americanas, pero que ya he podido oír más de una vez por estos pagos. Se trata de que en vez de decir el viernes (o el lunes, o el miércoles…), digamos el día viernes, siguiendo una especie de construcción a la inglesa, una incorporación tan inútil como tantas otras, pues en nuestra lengua ¿es que el viernes ”tal cual” puede ser otra cosa que un día?, ¿acaso hay peligro de que alguien piense que se están refiriendo a un bocadillo o una gorra?

Falta haría que tantos creyentes que ponen en su puerta eso de “dios bendiga cada rincón de esta casa”, pidieran más bien que se bendijera y respetara cada palabra de nuestro idioma, a ver si así…

25 agosto 2012

Pan y circo (pero sin pan)

Me daría vergüenza aludir a aquella famosa frase de Unamuno, pero ya podemos estar orgullosos de que este gobierno ha inventado algo mucho mejor que todos los anteriores inventos españoles, incluidos el chupa-chups y la fregona: el pan y circo, pero prescindiendo de uno de sus componentes esenciales, el pan.

Es difícil de creer, pero si a los españoles les dijeran que se podría evitar ese rescate económico que se nos viene encima, aunque a cambio habría que devolver la copa del mundial de fútbol de hace dos años, estoy convencido de que se negarían a esa devolución.

No hay más que ver las noticias en cualquier periódico para entender la situación: económicamente casi no podemos estar peor, porque ese peor se nos reserva para sufrirlo desde este otoño en adelante. Dentro de una semana entra en vigor el nuevo IVA, no cesan las insaciables subidas de la electricidad, gas y combustibles que suponen un tremendo incremento del coste de vida y otros mordiscos más a nuestro poder adquisitivo, pero eso apenas merece atención. Sin embargo, las portadas de la prensa dedican más espacio al fichaje de tal o cual fenómeno de la patada al balón, al horario incómodo de los partidos de fútbol, a qué cadenas de televisión poseen más derechos de retransmisión de los partidos, a los mil y un campeonatos con que nos obsequian a lo largo del año... que a las posibles soluciones a la crisis que, según muchos economistas de prestigio las hay, pero no son las que se están aplicando, que sólo nos conducen a la ruina total (España sufrirá un bajón en su nivel de vida similar al que tuvo lugar tras la guerra civil).  Todo para mantener entretenidos a quienes deberían estar rebelándose contra la situación actual, pero a los que se les va la fuerza y el escaso raciocinio que poseen delante de la pantalla superplana y en HD.

Hay más de 5 millones de parados, casi 1 millón de personas en situación de dependencia que no son atendidas o no lo son suficientemente, 1 millón de estafados por las participaciones preferentes que irremediablemente van a perder el dinero que ahorraron durante años, he leído que son unos trescientos mil (según otros casi un millón) los extranjeros en situación irregular y españoles sin trabajo también, los que próximamente dejan de recibir atención médico-sanitaria, peligran la sanidad y la enseñanza pública… pero el gobierno lo tiene todo bien atado y sabe que lo que más preocupa a la mayoría es el “partido del siglo” que se jugará cada semana.

Si tan solo una parte de tantos millones se manifestara, reclamara, actuara con los medios  a su alcance, el cataclismo social sería de tal envergadura que hasta Merkel intervendría para tranquilizarnos, pero todos sabemos que no va a ser así, la situación está bajo control y si es preciso se organiza un torneo más de fútbol con lo que la calma se instauraría de nuevo entre nosotros. Se me olvidaba, nuestra superpresidente Merkel está tan agradecida a Vicente del Bosque –un buen hombre, pero cabecilla de todo el entramado futbolero– que ya ha manifestado públicamente que le gustaría sentarlo a comer a su mesa alguna vez. A eso se le llama tener muy claro quién es el que acaudilla a los españoles.

La crisis deben pagarla los que la provocaron –básicamente los bancos– y quienes se enriquecieron con ella, que tienen nombres y apellidos, y no quienes viven de un salario no muy abultado o de una pensión. La actuación del gobierno acerca del problema de las participaciones preferentes es todo un ejemplo de qué intereses se protegen. Resulta que en los últimos años las entidades bancarias han sido muy mal gestionadas y sus directivos se enriquecen precipitadamente junto con amigos y familiares a los que facilitan créditos de difícil recuperación a bajo o nulo interés. Mientras, para capitalizarse, esos bancos deciden conseguir financiación a base de engañar a sus clientes haciéndoles invertir en participaciones preferentes (sólo Caja Madrid 3.057 millones), bajo la mirada cómplice y complaciente de la CNMV cuya función fundamental es precisamente evitar cosas como esa. Como la situación empeora, se solicita de la Unión Europea un rescate bancario que pone como condición principal que no se devuelvan los capitales de quienes invirtieron en las participaciones. El gobierno por lo tanto, se vuelve hacia la población afectada y les dice haciendo pucheros que "es una imposición europea". Resumiendo: para que se recuperen esos bancos y cajas que nos robaron a tantos, en vez de dejar que se hundan hay que admitir un rescate –del que somos garantes la propia población– y con la condición de que se legitime el robo del que fuimos objeto. A eso se le debe llamar justicia anti-robin-hood, se les roba a los pobres para dárselo a los ricos. Con todo descaro. 

No me agrada decirlo, y menos ser consciente de ello, pero los españoles somos un pueblo torpe, manso y acabado (además de intervenido por Alemania). Alguno habrá que saldrá diciendo que, eso sí, somos bienaventurados como sólo los mansos lo son o encomendándonos a la virgen del Rocío para que nos saque de ésta, como hizo la ministra de Trabajo Fátima Báñez, que según puedo leer no ha cotizado nunca en una empresa porque no ha trabajado nunca en una.

Eso sí, que nadie diga que este gobierno no tiene las riendas o que no actúa con firmeza: acaba de rebajar de 600.000 a 500.000 euros el salario máximo de los directivos de bancos intervenidos. Para que sepamos quién manda aquí y que no se le escapa ni una.

Son mis ídolos...

21 julio 2012

De iguales, nada

Contemplo la foto de la actual vicepresidenta Soraya Sáenz que ilustra esta entrada y exclamo: ¡qué elegancia!, ¡qué sensualidad!, ¡qué clase!...

Ya ve, usted o yo podemos mentir y estoy seguro de que ambos lo hemos hecho al menos una vez, pero resulta estúpido o malicioso afirmar por eso que somos iguales. Hay mentirosos compulsivos, por cortesía, de conveniencia, desvergonzados, continuos, etc. y a esas diferencias se junta la frecuencia con que se miente y la cantidad de mentiras que se esté dispuesto a lanzar para defender una mentira anterior.

Ni por asomo se puede decir que todos esos tipos de mentirosos sean lo mismo unos que otros, por eso me parece una generalización malintencionada afirmar eso de que todos los políticos son iguales; es tan falso como sostener que todas las personas son iguales. No es lo mismo un político como Eduardo Zaplana que afirmaba eso tan conocido de «estoy en política para forrarme», que otro como Gaspar Llamazares quien, pese a contar con numerosos enemigos, todavía no ha podido ser sorprendido ni siquiera arrojando un papel al suelo.

Por descontado que todos los partidos políticos tienen en común contar en sus filas con políticos a los que mejor no confiarles ni un periódico atrasado, pero importa mucho su número y hasta dónde son capaces de llegar en su comportamiento. No todos son iguales, por más que algunos se empeñen y guardo un chiste de Forges donde el típico cacique con bigotito está diciendo esa frase acerca de la igualdad de todos y un hombrecito le contesta “eso es lo que les gustaría a ustedes”. No todos son igual de mentirosos ni tampoco son capaces de llegar al mismo nivel de insulto al contrario, ahí tenemos a la diputada Andrea Fabra o al propio Rajoy y todavía conservo –descargada de la red– una relación de los graves insultos dirigidos desde el PP al entonces presidente Zapatero –nunca devueltos– en el bienio 2004-2005, en aquel periodo de gobierno casi sin tacha y mucho antes de la crisis donde ese presidente no tuvo una gestión que le hiciera merecedor de una medalla.

Hay donde escoger en la actualidad, pero por fijarnos en dos, ahí tenemos a Soraya Sáenz y al presidente Rajoy quienes, cuando ya casi alcanzaban el poder, una vez convocadas elecciones para el 20 de noviembre pasado, no paran en sus promesas de llevar rápidamente al país a la senda del crecimiento y acabar con el paro. Concretamente, Soraya Sáenz afirmaba aquel mes, con la prima de riesgo en 360 puntos, que ese valor desmesurado tenía un nombre y apellido y que era José Luis Rodríguez Zapatero quien provocaba desconfianza en Europa. Ayer, 20 de julio esa prima cerró en 610, tras haber alcanzado en la mañana los 640, ¿le ponemos nombre y apellido a este diferencial?, ¿o ahora la responsabilidad de ese valor es imputable al maestro armero? También afirmaban que el capital tenía miedo de Zapatero, pero ahora se sabe que en el periodo enero-julio de 2011 vinieron a España 22.000 millones de euros; en igual periodo de este año, huyeron... 219.817 millones. Y es que hasta el capital sabe lo peligroso que es un imbécil de ojos extraviados.

Lo peor es que son mayoría los ciudadanos que creen, porque así se lo repiten cada día, que la culpa la tiene la herencia recibida y que no hay otra manera posible de actuar frente a la crisis, ignorando lo que muchos economistas advierten que va a suceder por este camino, olvidando las propuestas de esos economistas y que Islandia eligió un camino exitoso que no incluía el despojo de la población.

15 julio 2012

Cocodrilos e hienas

Me había hecho el propósito de no escribir más sobre asuntos estrictamente políticos durante una temporada, al repasar el blog y comprobar que últimamente parecía que era eso lo único que importara, pero tal y como se encuentra el país y visto a dónde nos conducen quienes componen el gobierno y el partido que lo sostiene, es imposible no volver una y otra vez sobre el asunto, porque es la situación actual a la que conduce su política, algo que de una u otra forma -y casi siempre de varias- afecta a la mayor parte de los ciudadanos. Ni siquiera merece la pena echar un vistazo sobre la iglesia católica, esa iglesia que ve satisfecha cómo en medio de tantos recortes no se toca ni un céntimo de los miles de millones que se le regalan cada año.

Tras el anuncio censurado de las últimas –hasta ahora– medidas de recorte y subidas de impuestos y tasas, parece que sus asesores de imagen les han aconsejado que finjan llorar de dolor por las medidas que, muy en contra de voluntad según dicen, se ven obligados a aplicar. Hablo de anuncio censurado porque han omitido detalles fundamentales de esas medidas, cuyo conocimiento completo sólo es posible si se lee detalladamente el BOE o el texto en inglés que estos desvergonzados han colgado en Internet. Ya ni se acuerdan de aquel eslogan del NODO franquista "el mundo entero al alcance de todos los españoles", ahora habría que añadirle "...que sepan inglés".

Estos maestros en lágrimas de cocodrilo y risas de hiena, quieren hacernos creer que no es ésta la situación que siempre soñaron, y ahí está esa diputada del PP por Castellón, hija de otro rufián más del partido, quien expresa con claridad lo que desean para los parados.

Estamos llegando en lo que a nuestros políticos se refiere a un nivel de indecencia, falta de honradez, incultura y desvergüenza que no tiene nada que envidiar a los de esos países hispanos que a todos se nos vienen a la cabeza. Llegamos a un extremo en el que tenemos que recordar ensalzándolos a Adolfo Suárez o Felipe González, ninguno de los dos ejemplos para la posteridad, pero sin duda pertenecientes a otro modo de hacer política o, si lo prefieren, incapaces de llegar al nivel de vileza de los actuales.

No hay que descartar nada en un futuro más o menos inmediato: desde elecciones adelantadas a enfrentamientos civiles de carácter grave, a eso es lo que conduce el empobrecimiento acelerado de la población junto con la mentira, la calumnia y el insulto directo al contrario como armas políticas.

He perdido todo interés por comprar o leer la prensa, porque estoy harto de que todo su contenido sean malas noticias o noticias de fútbol, teniendo en cuenta que esto último no me gusta ni me sirve de consuelo, ese opio del pueblo…

26 junio 2012

Sánese quien pueda

Sentía yo cierta vergüenza ajena cuando, durante el anterior gobierno, alguien afín al PP sacaba a relucir esa joya que se llamaba Bibiana Aído como ejemplo de incompetencia, y la verdad es que no sé si este personaje mostraba una inteligencia excepcional en su conversación privada, pero era evidente que en sus declaraciones públicas se manifestaba como una lenguaraz y redomada imbécil.

Todo ese sentimiento de bochorno, de mala conciencia, ha desaparecido gracias a quien adorna el actual gobierno con su presencia: no, no estoy hablando de quien ocupa la cartera de ministro de Empleo y Seguridad Social, la ilustre Fátima Báñez, quien confía salir de la crisis encomendándose a la vírgen del Rocío, me estoy refiriendo a Ana Mato, esa superdotada que dirige el Ministerio de Sanidad, cuyo mayor mérito curricular es no haberse dado cuenta de que en su garaje había un Jaguar, (objeto que a cualquiera le puede pasar desapercibido y yo mismo no estoy seguro de que no haya otro en mi cuarto de baño) y haber calificado de analfabetos a todos los niños andaluces –así, hablando alto y claro- aunque se mostraba comprensiva al añadir que no era de extrañar puesto que esos niños “estudiaban sentados en el suelo”. Algo así como las escuelas bantúes en el siglo XIX, situación imputable como es natural a la desastrosa gestión del gobierno andaluz que, mire usted por dónde, casualmente no pertenecía ni pertenece a su partido.

Esta creación máxima del género humano, esta iluminada incapaz de dar una conferencia de prensa (aquí puede verlo) sin producir la impresión de encontrarse bajo la influencia de una ingesta excesiva de destilados de elevada graduación, es la que está decidiendo cómo es y cómo va a ser la que todavía y por poco tiempo llamamos “sanidad pública”. Es ella la que va a imponer ese truco de trilero que se empeñan en llamar copago aunque muchos hayan denunciado ya que más bien debe llamarse repago, puesto que la sanidad pública es algo que ya hemos pagado entre todos los trabajadores y precisamente con unas aportaciones que no pueden considerarse reducidas.

Las brillantes ideas que esta lumbrera propone van desde la eliminación de la prescripción de casi 500 medicamentos habituales en personas mayores, a su sustitución por lo que llama “remedios naturales” (espero que no se incluya la santería o el vudú), al pago de una tasa por visita médica, y elevación en el porcentaje que el paciente paga sobre el precio de las medicinas, que oscila entre el 50% o 60% en el caso de los trabajadores activos (hasta ahora el 40%) y un 10% en el caso de los pensionistas -sí, esos a los que prometieron no tocarles la pensión- con unos topes mensuales, en este último caso, que oscilan entre los 8 y los 60 euros mensuales, disponiendo que en el caso de exceder este máximo la administración le devolvería ese importe antes de 6 meses, mediante un sistema de control y cálculo del que todavía no se tiene una idea cierta. Vamos, que ya pueden despedirse de ese dinero…

Decía yo en una entrada anterior que parecía un aviso que el principal banquero de España se llamase Botín, pero ¿no es pavoroso que quien tiene a su cargo el cuidado de nuestra vida y salud se llame Mato?, ¿no parece una declaración de intenciones?

De las listas de espera mejor ni hablar, todavía recuerdo cuando hace años Esperanza Aguirre prometió en su "programa" electoral reducir o eliminar esas listas o de lo contrario dimitiría y lo único que ha hecho es amañar las listas de tal manera que ni en Europa admiten sus cifras.

Pues señores, esto es lo que hay, lo que vamos a tener desde ya y lo que seguirá empeorando gracias a que la prioridad fundamental de este gobierno, al que muchos votaron para que nos sacara de inmediato de la crisis, sigue siendo hipotecar a todos los españoles para disponer de medios económicos con los que financiar la banca, mientras los directivos de ésta corretean de acá para allá con sus indemnizaciones y pensiones multimillonarias, sin miedo a la justicia, que para esto sí que tiene una venda en los ojos (y estos directivos disponen de amiguetes donde hay que tenerlos).

¿Es que alguien sabe del inicio de una demanda contra Rodrigo Rato por incompetente y ladrón?, ¿alguien sabe de alguno de esos directivos de los chiringuitos que eran las cajas de ahorro o de bancos arruinados que haya ido a la cárcel?

Termino repitiendo lo que con frecuencia mis amigos me oyen afirmar: la última legislatura del PSOE fue un auténtico desastre, pero los que vinieron a arreglar la situación están demostrando ser infinitamente peores, como cualquiera podía prever, teniendo a su frente a ese líder intachable y preclaro llamado Mariano Rajoy, auxiliado por su inseparable camarilla.

31 mayo 2012

Bankia en nuestras vidas

Avivando la preocupación por lo económico que viene ocupando la mente de buena parte de los españoles hace ya más tiempo del deseable, nos ha caído encima el caso Bankia, que al igual que aquel dicho poco elegante pero muy cierto, cuanto más se remueve más apesta. De hecho, tengo la sensación de que cuanto más hablemos de Bankia más dinero nos va a tocar darle para «evitar que el país se venga abajo», que resulta ser la consecuencia inevitable de no prestar la atención debida a aquella caja de ahorros que parecía inofensiva no hace tanto y que ahora nos va a costar más de 700 euros a cada español.  

Asisto, absolutamente maravillado, al esfuerzo enorme y constante del actual gobierno para distraernos con otros acontecimientos –y fútbol, mucho fútbol–, de proclamar –a ver si «cuela»– que mejor nos ponemos a arreglar el desastre y dejamos para otro momento –digamos 100 o 200 años– la búsqueda y castigo de los responsables. Incluso he podido oír al «progresista» Gallardón contestar en una entrevista televisiva que tras solucionar el problema, habría que exigir responsabilidades a Elena Salgado y Miguel A. Fernández Ordóñez; ni una palabra sobre quien ha sido presidente de Bankia, Rodrigo Rato, colocado en el puesto por el propio Rajoy en diciembre de 2010; digo yo que algo tendrá que contarnos sobre lo ocurrido en esa joya de la banca española.

No es lo único por lo que tenemos que preocuparnos; no hay día en que no leamos en el periódico que tal o cual político o personaje destacado se ha apropiado de una cantidad de dinero que ya ni nos causa espanto, porque tanto robo nos ha hecho inmunes a las cifras disparatadas. No estaría de más recordar que el escándalo económico que conmocionó España y que durante mucho tiempo fue sinónimo de estafa –asunto Matesa–, supuso un agujero de nada menos que… el equivalente a 60 millones de euros. Eso es lo que roba hoy en día cualquiera de esos gañanes desvergonzados.

Sin ir más lejos, hoy leo que el ex-presidente de la comunidad valenciana Francisco Camps ha sido nombrado «asesor» (?) de un hospital de Tarragona con un salario cercano a los 6.000 euros mensuales. También veo en televisión que no-sé-cuál personaje del PP valenciano está implicado en el desvío de subvenciones millonarias a una ONG, cuyo fin era la ayuda a países como Nicaragua y otros de África, y resulta que ese dinero ha terminado en sus bolsillos, invirtiéndolos en un par de pisos de lujo y un velero, en Valencia.

Para qué hablar de los consejos de administración de las grandes empresas, ese lugar donde se coloca a individuos cuyo único mérito es saber manejar sus contactos, con un conocimiento nulo de la actividad de la empresa, una actividad nula y unos salarios disparatados (¿recuerdan a Jaime de Marichalar, presente en numerosos consejos de administración de los que fue depuesto tras dejar de ser yernísimo?). Días pasados oí en la radio una entrevista en la que preguntaban a cierto responsable qué trabajo hacían esos consejeros y la respuesta balbuceante era que “tenían una responsabilidad…”. Eso de la responsabilidad no hay más que verlo en Bankia, ¿cómo no han clamado por lo que estaba pasando los consejeros que no pertenecían al PP? (de los del PP ya sé la respuesta).

Tengo mi propia opinión sobre todo lo que está sucediendo con tanto robo encadenado porque, no lo olvidemos, en un país donde la mayoría de la población fuese honrada ese tipo de cosas no podrían suceder, al menos de esta manera continua. Eso nos lleva a la conclusión de que aquí roba casi todo el que puede y que, sencillamente, el que no se apropia de lo ajeno es porque no tiene oportunidad. De manera bastante generalizada, nos hemos vuelto un país de gente sin moral, sin ética; un país de chorizos. Es una situación de saqueo y sálvese quien pueda.

A comienzos de noviembre del año pasado, cuando se celebraron las elecciones generales, la prima de riesgo estaba en unos 360 puntos y era esgrimido como un desastre por la entonces oposición, acompañándolo de la promesa de arreglar eso –y el paro– apenas se les permitiera tomar el poder. Ha sido magnífico: hoy la prima está en 540 y del paro mejor no hablar. Claro está que ya se sabe, todo es debido a «la herencia recibida» y al diabólico Zapatero, que les hace vudú.

23 mayo 2012

Manía de viejo

Si usted se disfraza de payaso, se pinta la cara como un sioux con los colores de su equipo y vocifera como un poseído mientras contempla una pelea por una pelota entre un grupo de hombres que aprovecha la menor oportunidad para besarse y sobarse, nadie va a ponerle un mal gesto ni lo considerará un desequilibrado; si por el contrario, expone una idea minoritaria como yo voy a hacer a continuación, será tachado de maniático. Si además quien lo formula es una persona mayor –mi caso– se redondea la definición con esa descalificación tan socorrida de «manía de viejo». Pueden imaginar que me trae sin cuidado.

No podría datarlo con seguridad, pero me parece que fue a comienzos de los 80 cuando comenzó a implantarse en España, lógicamente de manera titubeante al principio, esa costumbre del tuteo universal que, consecuentemente, lleva aparejado el extrañamiento de la palabra usted. Hacía mucho tiempo que el personal sanitario (médicos, enfermeras y otros) había decidido tutear a los pacientes, quizás por aquello de que al estar nuestra vida en sus manos se creaba un vínculo de confianza –¿o era abuso de confianza?– que favorecía ese trato y la verdad es que esa costumbre no era tan llamativa porque no desbordaba entonces el ámbito médico-hospitalario. Fue después cuando en ciertas boutiques del barrio Salamanca –hablo de Madrid– comenzaron a tutear a los clientes, interpreto que en parte por dejar claro la igualdad entre las distinguidas señoritas que atendían y los clientes, pero en poco tiempo ese tuteo alcanzó a todos los rincones del país y hoy es normal que cualquier empleado de banca o en un taller de reparación de coches nos aborden con ese tuteo inevitable, aunque la diferencia de edad entre los hablantes sea superior a los 40 años y uno se dirija a ellos correctamente. Hoy sólo llama de usted El Corte Inglés en su correspondencia y quizás algunos bancos en el momento de la apertura de una cuenta.

Recuerdo que dos de los instantes más emocionantes y anhelados de mi juventud fue el momento en que en mi casa decidieron que me vistiera con pantalón largo (entonces los adolescentes llevaban pantalón corto hasta que los padres convenían en que los pelos de las pantorrillas eran poco estéticos e impropia su exhibición). El otro fue cuando al ir a tomar el ascensor de mi casa, un vecino, en vez de llamarme como siempre de –tenía yo entonces unos 16 años– me dijo eso de «¿a qué piso va usted?». Casi me desmayo de placer…¡había pasado a ser un humano adulto!

Ahora ya no hay esas oportunidades, porque el pantalón largo se usa desde la más tierna infancia y la posibilidad del trato cortés está descartada. O quizás sea que actualmente casi nadie pasa a la edad adulta y se padece un infantilismo perpetuo, algo más que probable.

He leído un par de ensayos sobre este advenimiento del tuteo como epidemia pegajosa, concretamente uno que lo achaca al espíritu que reinaba tras la muerte del dictador y la implantación de la democracia, que fue entendida por muchos como un «nadie es más que yo» y «todos somos iguales», olvidando en esta segunda la coletilla de «…ante la ley» (por cierto que ya sabemos que se trata de un enunciado totalmente falso), porque no hay medicina ni milagro que pueda igualarnos a todos. Por suerte.

El segundo estudio que pude leer versa en su totalidad sobre aquel programa Tengo una pregunta para usted en los que el protagonista fue por dos veces el ex-presidente Zapatero y una el entonces opositor Rajoy. Según cuenta, los términos en que el entrevistado se dirigía al público estaban milimétricamente estudiados para dar sensación de solidaridad y cercanía –actualmente en España eso significa tuteo– y solamente cuando el que hacía la pregunta adoptaba un tono agresivo, pasaba el entrevistado de manera firme al trato de usted. Y es que para no resultar impopular, los políticos tienen que pasar por el aro del tuteo además de ese otro absurdo de la distinción por sexos (ciudadanos y ciudadanas...).

Muchos recordarán a «los payasos de la tele», que comenzaban su programa con la pregunta «¿Cómo están ustedes?»; ¡trataban de usted a los niños que componían su público! Hace bastantes años, había en televisión española un programa divulgativo de las bellezas paisajísticas y monumentales patrias que se llamaba «Conozca usted España». Casualmente hay ahora un concurso de nombre parecido que en atención a los tiempos que corren se titula «¿Conoces España?». Curiosamente, leo que este último está copiado de uno similar francés llamado «Connaisez-vous bien la France?» cuyo título, como se puede observar, no tutea al espectador e incluye lo de bien porque el conocimiento superficial no es lo que parecen buscar, la superficialidad resulta muy hispana. Y es que en Francia, el país al que se le ocurrió eso de la Liberté, égalité, fraternité, ni se les pasa por la cabeza lo del tuteo indiscriminado, costumbre que se reserva para países más bien rudos y descorteses como el nuestro, en el que la falta de modales es casi un mérito del que ufanarse.

No lo lamento, soy partidario de lo de siempre en cuanto a las formas de trato, de lo que nuestra gramática y las más básicas normas de cortesía disponen, en España y en toda Europa (atrévase a tutear a un checo o un austriaco, si es que conoce el idioma). Si nos dirigimos a un desconocido, hay que usar usted hasta que el trato prolongado o la invitación del otro nos haga pasar al tuteo. Por descontado, en un bar llamo de usted al camarero y deseo –y no suelo conseguir– la recíproca. Habría que empezar en el colegio; no entiendo cómo se admite que un alumno tutee al profesor y lo llame por su nombre de pila, porque ése es el primer paso para la falta de respeto que ahora impera en las aulas. Debería hacerse como hace no tantos años, cuando el profesor trataba de usted a los alumnos y por supuesto cada alumno al profesor, así se sentarían las bases del respeto a los demás. En contra de lo que las empresas de marketing se empeñan en establecer, el tuteo no marca un acercamiento, sino que elimina el respeto que nos debemos unos a otros. A veces, cuando esos comerciales llaman a casa para tratar de vendernos un ADSL u otro producto, les digo: «¿perdone, nos conocemos de algo usted y yo?, lo digo porque como me tutea…». Pueden imaginar que no les gusta y para sus adentros deben calificarme de fascista o maníaco. Como poco. 

Claro que todo esto sucede en un país donde la dinastía reinante considera una gracia tutear a quien se le ponga por delante, no permitiendo por supuesto el mismo trato recíproco. Ya se sabe que los borbones españoles han sido siempre muy del pueblo…

10 mayo 2012

Español para españoles (19)


Podría parecer que me he erigido en el encargado de fosilizar la lengua española –hasta donde yo podría, que es poco– por la manera como ataco lo que algunos podrían considerar innovaciones naturales y hasta precisas en nuestro idioma. Pues oiga, nada de eso; lo que ocurre es que una cosa son las naturales incorporaciones de expresiones que igual que se ponen de moda desaparecen sin casi dejar recuerdo –eso de “un poquito de por favor”, menuda memez– y otras que se empeñan en permanecer incluso en el lenguaje de quienes deberían dar ejemplo de su buen uso, como lo de “la prueba del algodón” que he oído a un político relevante hace poco. Claro que nuestro insigne ministro de Asuntos Exteriores ha soltado el otro día en la televisión un "enfrente mío" que pone los pelos de punta y ahí sigue ese tuercebotas cobrando su sueldo como si nada, pero ése es otro asunto... 

No creo que nadie esté en contra tampoco de la incorporación de palabras de otros idiomas que no tienen equivalentes en el nuestro e incluso va a ser difícil que lo encuentren, una vez que su uso se ha extendido con firmeza y arraigo, caso de software, bricolage (ya españolizado con «j»), marketing y tantas otras.

Lo que de verdad me resulta insufrible son las incorporaciones estúpidas, los latiguillos inútiles y todo lo que no aporta nada. Por ejemplo, a qué insistir en el uso de container si en español existe contenedor, o parking si tenemos aparcamiento y estacionamiento (ya lo sé, hay tres sílabas más y eso agota a muchos hablantes). ¿Y qué decir de esa “L” en la trasera de los coches conducidos por principiantes?, ¿no les valía la “A” de aprender?

¿Por qué las señales de tráfico de stop tienen escrita esa palabra y no ALTO o PARE como en algunos países hispanos?, ¿acaso los alemanes no lo han adaptado a su HALT?

Ha sido el mundo de la informática donde más pegajosas han resultado muchas palabras porque se trata de un mundo al que no hemos aportado nada y que sin embargo ocupa un lugar indiscutible en cada rincón de nuestra sociedad. Me gustaría borrar de nuestro vocabulario software, hardware y muchas otras, aunque no sé qué sugerir para sustituir a esos vocablos, pero de verdad que no comprendo el empeño de muchos en decir loop por bucle, laptop o notebook por portátil, hard disk por disco duro, tablet por tableta, etc. salvo para alardear de un conocimiento de inglés que seguramente no poseen.

Para terminar, casi un requiem por un mínimo símbolo de la cultura europea que se nos va. Me refiero a la coma decimal, que poco a poco va siendo sustituida por el punto -y la inversa en señalamiento de miles- al que tenemos omnipresente en los diales de las radios, calculadoras, móviles e indicadores electrónicos en general. Incluso en el habla hay quienes en España ya dicen -p.ej.- "uno punto cuatro" olvidando que de siempre en Europa se ha utilizado la coma para marcar la frontera de los enteros con los decimales en una cifra, hasta el punto de que los lenguajes de programación de ordenadores tenían prevista la indicación de nuestra puntuación al comienzo para que el programa lo entendiera así todo el tiempo. No es que tenga excesiva importancia que marquemos con una coma, un punto o lo que les antoje, después de tantas cesiones, pero me fastidia que en la globalización vayamos cediendo todos nuestros hábitos para sustituirlos por los del imperio, como ya va sucediendo con la pérdida de los signos de apertura en las interrogaciones y exclamaciones. Pese a lo que pudiera creerse, ¿cuánto le queda a la «ñ»? Lo digo porque con la excusa de la carencia de esa letra en el teclado o ni siquiera eso, cada día veo más veces escrito "ny" o "nh" para sustituir a esta letra que es incluso el logotipo del Instituto Cervantes.

01 mayo 2012

A vueltas con los chinos

Parece que no hay manera de evitarlo, cada día se habla más de los chinos y están en los periódicos todos los días por una u otra razón. Muchas veces porque se ha corrido la voz de que no saben qué hacer con su dinero y andan buscando dónde invertirlo. Desde Guinea Ecuatorial a Argentina, todos suspiran por ese dinero quizás contando con que los réditos no serán altos porque ya “se sabe” lo fácil que es engañar a un chino.

Mientras, ellos van tomando posiciones en las economías que hasta hace poco eran boyantes, comprando deuda pública de los países en apuros no porque sean filántropos (ya casi son los propietarios de los EE.UU.), sino para lograr con ello mantener artificialmente baja la cotización de su moneda, con lo que consiguen su propósito: facilitar la exportación de todo lo que fabrican y dificultar la importación de lo que sea, llegue de donde llegue.  

Al mismo tiempo, países abarrotados de pánfilos, como España, están permitiendo que los inmigrantes de ese país se vayan apoderando del pequeño comercio y ya en Madrid tenemos, según dicen, un 60% en sus manos. No parece disparatada la cifra; en un radio de 200 metros de donde vivo hay un restaurante, una tienda de alimentación, cuatro bazares y un bar “típico” español, con sus jamones y demás, todos ellos propiedad de estos orientales. Y lo más gracioso es que dicen que ellos reciben facilidades fiscales para su instalación que los propios españoles no consiguen. ¿No es extraño que en los países de Centroeuropa no haya eso de las "tiendas de chinos" y España esté repleta de ellas?

No hay artículo, con marca de europea o americana, que no haya sido fabricado en China y hoy he leído en la prensa cómo un político, al que tengo por inteligente, afirma que éste es asunto que no debe preocuparnos en exceso y que debemos aceptar que todos los productos manufacturados sean de esa procedencia, porque lo de España y otros países occidentales ha de ser la originalidad y la investigación (pone el ejemplo de Apple). Según parece, tiene la idea –y no es el único– de que los chinos van a aceptar pacientemente ser la mano de obra del planeta, sin preocuparse de desarrollar su propia tecnología, de investigar lo que se les ponga por delante, para mandar al diablo las patentes occidentales que, de momento, sirven para que ellos fabriquen todo lo que consumimos, desde el bendito iPhone a la batidora que tenemos en la cocina.

¿Es que nadie se acuerda que así empezaron los japoneses, que Sony nació a base de llevar unos magnetofones desde EE.UU. y copiarlos componente a componente?. ¿A nadie le llama la atención que los chinos pongan satélites diseñados por ellos en órbita, utilizando sus propios cohetes lanzadores?, ¿que muchos artículos que compramos como de marcas europeas o americanas no tienen de tales más que la etiqueta, porque han sido diseñados y fabricados allí?, ¿que la pantalla de tinta electrónica de todos los eReader de cualquier marca son fabricados en China y es una patente exclusiva de esa nacionalidad?, y no han hecho más que empezar…

Pues nada, sigamos sesteando y consumiendo chino, dejando que nos invadan sus productos sin competencia posible en precio –¿cómo vamos a competir con un pueblo al que no parecer importarle trabajar en régimen de semiesclavitud?– y un día despertaremos con la gran sorpresa de que ya son los dueños de todo y que es a nosotros a quienes han engañado como a chinos.