28 enero 2010

Español para españoles (4)

Según se publicó en su día, la causa del fallecimiento de mi admirado don Fernando Lázaro Carreter fue “una serie de desarreglos generalizados”, que es una forma elegante de decir que murió de viejo, pero deseo que no influyera negativamente en él comprobar que, pese al éxito de venta de su obra “El dardo en la palabra”, en la que hacía una ácida crítica de esos “creadores” lingüísticos que han aparecido en los medios, el resultado práctico de esta crítica ha sido bastante escaso, pues aunque las cifras de venta de esta obra fueran excepcionales, no parece que haya afectado en casi nada al habla de la ciudadanía y en concreto, a los periodistas y políticos a los que atacaba con más que justificada saña. Ya se sabe que los que hacen las cosas mal son “los demás”, no hay sentirse aludido.

¡Quién me iba a decir que recordaría con gusto algo de los tiempos del franquismo! Sin embargo, tengo que mencionar que en aquellos tiempos, al menos eso me contó un familiar que trabajaba en Radio Nacional, si un locutor cometía un error gramatical serio, era sancionado. Si eso se hiciese ahora, habría presentadores de televisión que en vez de recibir su salario a fin de mes tendrían que pagar ellos una cifra elevada.

Hay un error que ha existido siempre, pero que ahora es plaga entre la gente normal y por supuesto, entre los periodistas. Se trata de confundir el verbo “oír” con el verbo “escuchar”, utilizando siempre el segundo. Es inútil explicar al hablante que estos verbos tienen una diferencia entre sí similar a la que existe entre “ver” y “mirar”, puesto que en los dos casos el segundo verbo implica la intervención de la voluntad, mientras que el primero es independiente de lo que quiera el sujeto, que es pasivo. Es cierto que siempre ha existido alguna intromisión de un verbo en el lugar del otro como forma generalmente aceptada: ahí tenemos lo de “ver una película”, pero eso no pasa de ser una excepción y no la norma.

Por ejemplo, ¿cómo es posible que nadie “escuche” unos disparos realizados por unos atracadores? Pues aunque parezca mentira, eso es lo que el otro día contaban los testigos del hecho en un telediario, y no es la única vez. Pero no es ni mucho menos algo infrecuente: todos afirman “escuchar” lo que sea, olvidando que existe el verbo “oír” y condenándolo a la desaparición por desuso. En esos programas donde llaman por teléfono a un espectador es frecuente que el presentador diga eso de “no te escucho bien” refiriéndose a problemas en la conexión. Debería haber alguien que le explicara que si no lo escucha bien es porque no le da la gana, y que otra cosa es que tenga dificultades para oír.

Para terminar, otra expresión de indudable éxito: “a día de hoy”.  La palabra “hoy” empleada en solitario, sin el acompañamiento obligado de “a día de…” ha dejado de interesar a nadie. Tampoco gusta lo de “a fecha de hoy” que es algo correcto y quizás por ello menos atractivo para los hablantes. Algún afrancesado pretendidamente erudito se sacó de la manga lo de “a día de hoy”, cayó en gracia a todos, y actualmente casi nadie se atrevería a pasar por inculto empleando “hoy” de esa forma tan poco lucida, tan huérfana.

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